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Cultura y deportes
2018-06-06
El excéntrico de las letras mexicanas
Un recorrido por la obra del escritor mexicano Sergio Pitol como despedida tras su último viaje.
Por: Erick Hernández Morales
Fotografía: Internet
Comunicafi
Escritor Sergio Pitol

El pasado 12 de abril nos encontramos con la triste noticia del fallecimiento de uno de los escritores mexicanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Lo imagino no postrado en su cama, sino con esa amplia sonrisa que lo caracterizaba y levantando su boina para despedirse antes del viaje, el último de los muchos que realizó en su vida. Porque Sergio Pitol siempre fue un alma errante. Decir que nació en Puebla, creció en Veracruz y estudió en la Ciudad de México es apenas el preámbulo del itinerario que lo llevó a vivir temporadas en un sinfín de rincones del mundo: Roma, Pekín, Barcelona, Varsovia, Praga, Moscú... Egresado de la Facultad de Derecho y catedrático durante varios años en la de Filosofía y Letras, la UNAM fue uno de los hogares que lo albergó entre un lugar y otro.

Si tuviera que definir a Sergio Pitol en una palabra, me quedaría con la de excéntrico, incluyéndolo así en ese "grupo sin grupo" que él mismo acuñó en un pequeño ensayo para referirse a aquellos escritores que irrumpieron en la literatura con un discurso provocador, disparatado y rebosante de alegría, aquéllos que hacen de la escritura una celebración. Sin duda, merece su lugar en esa genealogía que delineó unida por lazos más sutiles y más profundos que las que se aprenden en los manuales de literatura: desde clásicos, como Jonathan Swift, Marcel Schwob, Nicolái Gógol, Samuel Beckett o Franz Kafka, hasta sobresalientes contemporáneos de las letras hispánicas, como Enrique Vila-Matas o César Aira.

Los excéntricos, según Pitol, logran crear un mundo único, guiados por su propio instinto en la conformación de la forma y el fondo de sus textos, pasando indemnes ante las presiones del entorno, los caprichos de la moda, las exigencias del poder o del mercado.

Perfecto ejemplo de esto son, quizá sus obras más conocidas, las tres novelas que se suele englobar bajo el título del Tríptico del Carnaval: El desfile del amor (1984), Domar a la divina garza (1988) y La vida conyugal (1991). El nombre dado a esta serie alude a su estilo esperpéntico que nos ofrece una visión grotesca de la sociedad a la manera de un mundo de disfraces que, en realidad, lo que hace es despojar de las otras máscaras de solemnidad, sacralización y autocomplacencia a las obsoletas estructuras de las instituciones que nos rodean, tanto aquéllas que ejercen el poder, como aquéllas, en apariencia, más inocentes, como el matrimonio. Todo esto en libros bendecidos, para parafrasearlo de nuevo, por un agudo sentido del humor, aunque sea negro.

Para Sergio Pitol, la pasión por los viajes va de la mano con la de la escritura, así lo atestiguan sus palabras: "¡Viajar y escribir! Actividades ambas marcadas por el azar; el viajero, el escritor, sólo tendrán certeza de la partida. Ninguno de ellos sabrá a ciencia cierta lo que ocurrirá en el trayecto, menos aún lo que le deparará el destino al regresar a su Ítaca personal."

Se podría decir que Pitol continuó una pasión en la otra, pues los últimos libros que escribió cuando ya se había establecido finalmente en Xalapa (esa fue su Ítaca) son los que mejor ilustran esa otra errancia de la pluma. Mencionemos aquí otro tríptico, el compuesto por El arte de la fuga (1996), El viaje (2000) y El mago de Viena (2005). Estos libros pasan de un tema o de un género a otro, el recuerdo de cualquier etapa de la vida del autor puede desembocar en una lección de literatura y, viceversa, una reflexión sobreliteratura puede devenir una lección de vida. Al lado de pasajes ensayísticos en los que Pitol se revela como una mente lucidísima ya sea abordando sus lecturas predilectas o desentrañando su propias creaciones, conviven sus memorias, incluso, fragmentos de sus diarios personales.

No podemos terminar este viaje por la obra de Sergio Pitol sin referirnos a sus cuentos, piezas notables en las que probó una gran diversidad de procedimientos llegando a un estilo intrincado en el que una historia entra y sale de otra como cajas chinas, y a su ingente labor de traductor que nos legó excelentes versiones en español de novelas, provenientes de una variedad sorprendente de lenguas: inglés, ruso, polaco, chino, italiano y húngaro.

De esta manera, Pitol permitió acceder al lector hispanohablante a obras universales cuyo valor supo identificar tempranamente con su olfato de lector experto. Su propia pluma se nutrió de todos estilos que vertió a nuestro idioma, pues asegura no haber conocido una mejor enseñanza para estructurar una novela que la traducción y que fue esa actividad la que lo predispuso a hacer las suyas propias.

Leer a Sergio Pitol es toda una aventura. Este año se ha despedido para emprender su último viaje, pero sus libros permanecerán al alcance de quien quiera perderse en sus páginas del mismo modo que sus personajes se pierden en las calles de cualquier ciudad exótica, Bujara por ejemplo, donde todo puede pasar.

Tres citas para recordar a Sergio Pitol

Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.*

Jamás confundir redacción con escritura. La redacción no tiende a intensificar la vida, la escritura tiene como finalidad esa tarea. *

El libro realiza una multitud de tareas, algunas soberbias, otras deplorables; distribuye conocimientos y miserias, ilumina y engaña, libera y manipula, enaltece y rebaja, crea o cancela opciones de vida. Sin él, evidentemente, ninguna cultura sería posible. Desaparecería la historia y nuestro futuro se cubriría de nubarrones siniestros. Quienes odian los libros también odian la vida. Por imponentes que sean los escritos del odio, en su mayoría la letra impresa hace inclinar la balanza hacia la luz y la generosidad. Don Quijote triunfará siempre sobre Mein Kampf. En cuanto a las humanidades y las ciencias, los libros seguirán siendo su espacio ideal, sus columnas de apoyo. **

*El arte de la fuga (México, Ediciones Era, 2007)

** El mago de Viena (México, Ediciones Era, 2014)