El sonido de los tambores retumbaba en las bóvedas del Salón del Bicentenario, recordando las percusiones de Matador de Los fabulosos Cadillacs, entre risas, alegría y silbatos; era patente el virtuosismo de los percusionistas. El Ensamble Afro Quilombo abría la velada.
Después salió a escena un bailarín con tocado, máscara, pantalones rojos de estampado étnico, el torso descubierto y descalzo husmeando entre el público y en un silencio expectante, tras la gran energía auditiva que nos había dejado el grupo anterior. Repentinamente un tambor de forma alargada empezó a sonar por las manos de un chico cuyas rastas se movían al unísono, y entró a escena el grupo de percusiones del maestro Oscar Aguirre.
El personaje empezó a bailar, jugando, provocando al ejecutante del tambor; en eso los demás tambores se unieron a la melodía, mientras el bailarín desapareció por la izquierda, por la derecha, una a una, trece mujeres con un atuendo azul , bailando al ritmo del músico que tocaba una combinación de tambores grande y pequeños durante más de 40 minutos ininterrumpidos.
Cada una de las mujeres tuvo su momento de lucimiento en sus danzas: parecían ser para la escultura Canto a un Dios Mineral de Federico Silva cuyo estilo étnico quedaba como anillo al dedo para la presentación.
Las bailarinas también tocaron tambores y el escenario albergó treinta personas: era una gran fiesta de corazón y espíritu. Al terminar salieron hacia atrás de la escultura.
Quedó en escena el grupo de percusiones con un ritmo lento para recibir de nueva cuenta a una bailarina vestida en jeans, un top azul rey y descalza que hizo un solo magníficamente con un final de rodillas y los brazos extendidos al cielo abovedado. Era la maestra Yalina Nava quien tiene a su cargo el Grupo de Danza Africana del Faro de Indios Verdes.
El grupo de bailarinas entró de nuevo, invitando al público a unirse a ellas, el Bicentenario se llenó de alegría, danza y fiesta.
Al terminar la maestra Nava agradeció a los asistentes e invitó a los talleres de percusión y danza africana del Faro de Los Indios Verdes. Al salir del Palacio en esa calurosa noche de verano y de Museos África seguía en nuestra mente: ante el Dios Mineral con su música y lo mejor de sus danzas. Caminábamos, la noche de cultura y diversión en el Centro Histórico apenas empezaba.