A escasos días del 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, se reunieron afuera de la FI, justo donde dice "Facultad de Ingeniería Edificio A". Eran seis mujeres, batas blancas las vestían, otras la llevaban colgando del brazo. Atravesaron el estacionamiento en dirección a la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción. Su paso era calmado, conversaban entre ellas.
Se puede pasar tanto tiempo en la Universidad, pero nunca terminar de conocerla. Jamás habían escuchado del Jardín de las ardillas de la Facultad de Química, se estaba haciendo una locación difícil de encontrar. Tras un rato más de caminata y preguntar a algunas personas, el sitio se hizo presente.
Las mujeres ascendieron a una plataforma cuadrangular de piedra que se extendía en uno de los extremos; alrededor, mesitas atiborradas de estudiantes avivaban el sereno ambiente de aquel escondido rincón. Otras se sumaron, llegaron y llegaron hasta pasar la docena, miembros de las disidencias sexuales también. Empezaron a desenrollar y colocar por el piso unos tapetes de fomi rojo de buen grosor en los que, una vez sentadas, apenas y cabían. De las bolsas salieron hilos, agujas y cajas enteras de insumos para la costura. Las batas blancas comenzaron a ser metidas dentro de bastidores circulares, que una vez colocados dejaban ver entrecortada la leyenda "UNAM Académico". Entre risas y conversaciones ligeras y animadas se eligieron hilos y colores, se discutieron técnicas y preferencias, las más entendidas instruyeron a las novatas y hasta se intercambiaron historias de vida.
Por ahí se escuchó un manos a la obra, mientras anunciaban desde un megáfono la actividad: "Les invitamos a participar en el taller de bordado. Estamos interviniendo batas para nombrarnos". Las decisiones artísticas fueron diversas. Hubo quienes optaron por descoser la letra "o" y luego poner en su lugar la "a"; para un acabado rebelde, otras bordaron por encima de lo ya puesto, pero en un color diferente, llamativo; las experimentadas dispusieron de telas para realizar patrones más elaborados. Así, puntada a puntada y con diligencia, las leyendas cambiaron: "UNAM AcadémicA".
La idea de esta actividad nació de la Facultad de Ingeniería, quien invitó a la de Química y a la de Ciencias. "Las batas incluidas en las prestaciones dicen de manera predeterminada el sustantivo en masculino, invisibilizando la presencia y el trabajo de las científicas, por eso decidí intervenir mi bata", expresó la doctora Ana Carrera Aguilar, titular de la Unidad Integral de Género de la FI.
