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Vida Académica
2017-03-06
Marzo 8, Día internacional de la mujer
Pamela Fran Nelson, premio Sor Juana Inés 2017.
Por: Aurelio Perez-Gómez
Fotografía: Antón Barbosa
Comunicafi
Dra. Pamela Fran Nelson Edelstein

La Universidad Nacional Autónoma de México forma recursos humanos integrales, con valores y conciencia social, realiza investigación encaminada a resolver problemas nacionales, y difunde y extiende los beneficios de la cultura, son sus funciones sustantivas. Dentro de éstas, las mujeres universitarias han tenido una participación significativa; para reconocer el desempeño sobresaliente de universitarias en sus áreas de conocimiento y ámbitos de desempeño profesional en 2003 se instauró el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Este año, por parte de la Facultad de Ingeniería, la ganadora es la doctora Pamela Fran Nelson Edelstein, especialista en seguridad de plantas nucleares, quien expresa: "Me da mucha emoción, placer y orgullo recibir este premio por mi labor de investigación y docencia".

Sobre la figura de Sor Juana Inés comenta que aunque ha leído algunos libros y ha visto películas sobre la poeta, conoce poco de la obra: "Mi primer idioma es el inglés, me cuesta mucho acercarme a esa forma de escritura y lenguaje. Lo que más me impresiona de ella fue que, a pesar de haber estado enclaustrada, mantuvo su vocación, su obsesión por la literatura y su afán de transmitir sus conocimientos, en una época tan difícil para las mujeres".

Por ello, se siente identificada con la décima musa mexicana, le encanta y obsesiona su trabajo. "Mis hijos y amigos, muchas veces, me reclaman porque le dedico demasiado tiempo a mis labores científicas. En algunas ocasiones, antepongo mis investigaciones a cualquier otra cosa. Para muchos puede ser sólo trabajo, para mí es una parte fundamental de mi vida", aclaró.

De ambientalista a doctora en energía atómica

Las raíces familiares de la doctora Nelson son múltiples: sus abuelos originarios de Latvia, Polonia y Bielorrusia emigraron a los Estados Unidos. Su madre es psicóloga y su padre médico militar, profesión de constante rotación, razón por la cual Pamela nació en Alemania.

Sus primeros años los pasó en la ciudad de Berkeley del condado de Alameda en California, junto a Oakland en la bahía de San Francisco, una de las ciudades más liberales de los Estados Unidos, diferente al carácter de sus padres ‘un poco más tradicionalistas’.

Desde niña siempre supo que quería estudiar ingeniería, le gustaban mucho la química, la física y la matemática. Así que cuando se matriculó en la Universidad de California en Los Ángeles, ya tenía la mente puesta en esta disciplina, pero desconocía la gran diversidad de campos que la conforman. La universidad iniciaba con un tronco común: cálculo, física y química; en el segundo semestre se impartían varios cursos de diferentes ingenierías: eléctrica, civil, geológica, petrolera, etcétera, lo cual le ayudó a elegir su área.

En su familia, hay varios médicos o abogados, pero ningún ingeniero. Al contarle a su mamá que quería estudiar ingeniería, le dijo que estudiara cualquiera, excepto química porque era muy peligrosa. "Su sorpresa fue mayúscula cuando le dije que iba estudiar ingeniería nuclear", recordó con una sonrisa.

Cuando cursaba el primer semestre ocurrió el accidente nuclear más serio en los Estados Unidos: Three Mile Island (1979), el reactor TMI-2 sufrió una fusión parcial del núcleo. Por influencia familiar y académica Pamela era una activista antinuclear: cuestionaba el uso de esa tecnología, pensaba que debería existir otra mejor, que era posible no utilizarla. "A punto de ir a marchar en contra del uso de la energía nuclear, tomé la decisión de informarme y entender qué estaba pasando. Mi idea era adentrarme en las plantas nucleares para ver realmente cómo funcionaban los sistemas, los operadores, los procedimientos, para cuestionarlos con pruebas e investigaciones". Por eso, desde que inició sus estudios se focalizó en los sistemas de seguridad, su principal línea de investigación desde entonces.

Welcome to México

El libro más significativo para Pamela fue Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, que leyó cuando era joven, muchos años antes de tener alguna relación con México o América Latina: "La primera vez lo leí en inglés. Creo que por ese libro mi esposo se interesó en mí, ya que siempre lo llevaba a todas partes, y lo traía en el campus cuando él me habló", recordó.

Sobre Cien años abundó: "La magia de sus imágenes y sus personajes me llevó a otros mundos. Ahora que ya lo he leído en español me di cuenta de su increíble belleza, y que por la traducción se perdían muchas cosas. Los nombres constantemente fueron un gran lío, esto se agudizaba más por mi carácter, pues soy muy analítica, tenía que estar segura de si el personaje era el hijo, el padre o el abuelo".

Cuando cursaba su maestría conoció a un doctorante de origen mexicano, se enamoraron y al concluir sus estudios, decidieron venir a México para ejercer su profesión. Le pareció una buena idea a pesar de hablar poco español. "Envié mi currículo al Instituto de Investigaciones Eléctricas en Cuernavaca, Morelos, para solicitar trabajo; para mi sorpresa, me ofrecieron un puesto", relató.

Entre sus motivaciones para venir a México, menciona las de aprender a hablar español, la cultura, la religión, en suma, a vivir en este increíble país: "Todo era nuevo para mí: sus paisajes, sus comidas, sus colores, sus olores; nunca lo había visitado y me enamoré de él", narra la doctora Nelson Edelstein.

Y vino una etapa de aprendizaje: "En cierta ocasión, fui a la tienda, pedí un kilo de jamón (estaba acostumbrada a comprar con el sistema americano) y vi que era un montón, por eso tuvimos que comer y cenar jamón toda la semana. Otra cosa que me impactó fue que en la tienda había un tipo de arenero con azúcar lleno de insectos, y los niños y adultos metían la mano y jugaban", describió.

Antes de venir a México la doctora estudió español: "Creía que sabía mucho, no obstante, a los pocos días de haber llegado al Instituto, en un pasillo uno de los trabajadores me dijo: Quiubole, maestra, ¿qué onda? Contrariada me pregunté ¿qué me había dicho?, eso no venía en los libros ni en los cursos; fue tanta mi impresión que dejé de hablar por tres meses", comentó en tono de broma.

La doctora Nelson llegó a México en abril de 1985, el año del gran temblor de la Ciudad de México. Sobre ese día, cuenta que tenía que hacer una presentación de un proyecto en la Comisión Federal de Electricidad en la zona de Chapultepec. A las 7:17 sintieron un fuerte movimiento telúrico, su marido le comentó que era posible que se hubiera caído algún edificio en el DF. "Estaba muy nerviosa, tenía cinco meses en el país y mi dominio del idioma era limitado. Después del temblor no había televisión ni radio ni teléfono. Viajé sin ninguna novedad de Cuernavaca al Distrito, vi a mucha gente en las calles y pensaba que eran exagerados, ya que soy de San Francisco y sé de temblores y de magnitudes. Al llegar a CFE, un oficial me detuvo e informó que nadie podía entrar hasta que fueran los peritos. Me di cuenta de la magnitud del desastre".

Energía nuclear en México

Desde sus inicios en el campo profesional, la doctora Pamela Nelson participó en varios proyectos para la Central Nuclear de Laguna Verde, puesta en operaciones en 1990; realizó el análisis probabilístico de seguridad, en el cual desarrolló alguno de los procedimientos de emergencia, contemplando los factores humanos en las operaciones.

Hoy en día, su línea de investigación es el análisis de riesgo, no sólo en energía nuclear: "Este campo ha ampliado sus alcances a otros sistemas, como las plantas de generación de electricidad de ciclo combinado o hidroeléctricas; además, cuenta con varias metodologías, lo cual nos abre un gran horizonte de posibilidades en su desarrollo, aplicación e influencia en la sociedad, y también para la creación de nuevos proyectos, tesis de maestría y doctorado", comentó.

Sus proyectos de investigación y su formación profesional han sido un motor en su vida, siempre ha tenido el deseo de aprender más; ejemplo de ello es la conclusión de sus estudios de doctorado el año pasado, para lo que tuvo que repasar muchos temas de la maestría. "Hice los cursos propedéuticos y los exámenes que fueron muy difíciles. Además de cumplir mi horario laboral, realicé mis estudios de doctorado, completando una doble jornada", explicó.

Por muchos años, la doctora Nelson trabajó sólo en el Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias, donde siempre han tenido becarios para realizar sus tesis. En 2001 inició de manera formal a dar clases, sobre lo cual comenta: "Existen personas que nacen para ser docentes y tienen mucha habilidad para explicar, enseñar y formar a los alumnos de una manera única; en cambio, hay personas a quienes nos cuesta trabajo. Ahora he descubierto que me fascina esta labor. Poco a poco tengo más alumnos de tesis de licenciatura, maestría y doctorado", aseveró.

La mujer y la ingeniería

A la doctora Nelson le sorprende que todavía en la actualidad en las carreras de ingeniería, ya sea en México o en los Estados Unidos, la matrícula femenina se encuentre entre el 20 o 25 por ciento del total. En cambio, en otras áreas, como química y en medicina, los hombres y mujeres tienen casi la mitad: "Cuando estudié la licenciatura, el porcentaje era de alrededor del 10 por ciento; en la maestría era la única mujer en mis grupos".

Esta situación la motiva a participar en el programa 1,000 Girls-1,000 Futures (1000 niñas, 1000 futuros), cuyo objetivo es impulsar y apoyar mujeres de preparatoria a alcanzar sus sueños de estudiar ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, mediante la tutoría de mujeres profesionistas.

Se trata de un programa de la Alianza Global de STEM de la Academia de Ciencias de Nueva York y de un esfuerzo conjunto de entre U.S.-México Foundation, la Secretaría de Educación Pública del Estado de Puebla, Volkswagen y otras organizaciones, con la participación de 50 estudiantes de preparatorias públicas de Puebla.

Adscrita al programa en 2016 por la Academia de Ciencias de Nueva York, la doctora Nelson comparte su experiencia con la primera pupila. "Tuvimos una plática inicial, me dijo que quería ser actriz o trabajar en un hotel. Después de varias asesorías, cambió de idea y decidió estudiar Ingeniería en Biotecnología, por lo cual tuvimos que hacer un crash course para que presentara su examen, el cual aprobó. Actualmente está estudiando el primer semestre de su carrera", comentó orgullosa.

Sobre las razones por las que hay pocas estudiantes en áreas científicas, piensa que se debe en gran medida a que muchas mujeres les dicen a sus hijas frases como ‘yo nunca pude con las matemáticas’, ‘apenas pude pasar’, ‘las matemáticas son muy difíciles’, ‘la clase más aburrida era la de mate’. "Cuando una niña escucha eso, toma esa idea y la convierten en un axioma. Cada vez que se enfrenta a una operación o problema matemático, piensan que si su mamá no pudo, ella tampoco va a poder. Por eso, tenemos que ser muy conscientes de lo que hacemos y les decimos a nuestros hijos", afirmó.

Asimismo, considera que las ingenierías no se presentan como una actividad muy glamorosa y tienen poco reconocimiento social. "Todos sabemos quién ganó un Óscar, la cantante más famosa o la actriz más reconocida, pero no quién fue el premio Nobel de ciencias o de física. Creo que es necesario concientizar a la sociedad de la importancia de estas disciplinas y enseñarles a las jóvenes que por estudiar una carrera científica no dejan de ser femeninas. Puedes ser una mujer en toda la extensión de la palabra y romper con esos paradigmas que encasillan a las ingenieras como desaliñadas y extremadamente tímidas", opina.

Para finalizar, la doctora Pamela Nelson invitó a todas las ingenieras a ser un ejemplo para las nuevas generaciones e hizo una llamado a las jóvenes: "Niñas, atrévanse a estudiar una profesión tan increíble, retadora y estimulante como es la ingeniería, necesitamos más profesionistas para que aporten su visión y experiencia, para desarrollar un mundo más equitativo, tolerante e incluyente".