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Cultura y deportes
2017-05-12
Crónica de un billete de lotería
La Lotería Nacional se sumó a los festejos por los 225 años de la FI con un billete conmemorativo.
Por: Marlene Flores García
Fotografía: Jorge Estrada Ortíz
Comunicafi
Sorteo de la Lotería Nacional por los 225 años de la FI

No era noticia nueva para mí que la Lotería Nacional, en el marco de la celebración de los 225 años de la Facultad de Ingeniería, había emitido un billete conmemorativo que ostentaba la fachada del Conjunto Norte que da al Circuito Escolar.

Lo que no esperaba era terminar el viernes 12 de mayo a las 19:00, momento del sorteo, en el edificio de estilo Art Decó en que dicha institución tiene sus oficinas, y que se ubica en la que considero una de las avenidas más meritorias de esta ciudad: Reforma. Al entrar vi, por supuesto, a académicos, alumnos y demás miembros de la comunidad de nuestra Facultad.

Ya en mi asiento, me debatía por comprar uno de los tan codiciados cachitos: por una parte, era completamente absurdo andar jugando así a la suerte y, por otro, nada perdía con probar, más que 30 pesos. Los ingeniosos gritos de los vendedores tratando de colocar los últimos boletos acrecentaban mi indecisión.

Sorpresa: una señora derrochando confianza se acercaba hasta la primera fila para promover en rimas las finas cualidades del número 5, en un intento por convencer a los presentes de arriesgarse.

Después de tanto removerme en el asiento, llega la señal del destino que había estado esperando, la excusa perfecta. La vendedora pregona ahora las bondades del 7: mi número de la suerte y anime favorito (aunque irónicamente tal cifra es considerada de mal agüero en la cultura nipona), número del mes en que nací y al que le doy especial importancia porque comparto con mi abuela, mi mejor amigo y la escritora norteamericana Zelda Fitzgerald.

Siempre me río de cómo nos colgamos de estas coincidencias para darle sentido a las cosas, y ahora camino con paso inseguro hasta la señora. Jamás había jugado a la lotería; sin la menor idea de cómo funciona y tratando de encubrir mis dudas, le pido un billete. Me parece que pasan minutos y minutos en lo que se supone fuera una transacción sencilla, siento que la persona frente a mí se mueve con una calma imposible.

Por fin regreso a mi sitio y la ceremonia empieza. Antes de que las expectativas se derramen, el Cuarteto de Cuerdas de la Orquesta Sinfónica de Minería y los coros de las facultades de Ingeniería y Química nos regalan, bajo la dirección del maestro Óscar Herrera, piezas de Agustín Lara, Guty Cárdenas y Macedonio Alcalá. La graciosa e inspirada interpretación, junto con los apasionados movimientos con que se mecen los violinistas me hipnotizan por un rato. Y para terminar la parte artística, el Himno universitario que, como siempre, se acompaña de un Goya al que me uno llena de orgullo.

Ahora ocupan la mesa del presídium el ingeniero José Manuel Díaz Olivera, gerente de Control Presupuestal, en representación del director General de la Lotería Nacional; el doctor Carlos Agustín Escalante Sandoval, director de la Facultad de Ingeniería; el ingeniero Gonzalo López de Haro, secretario General; el maestro Víctor Manuel Rivera Romay, jefe de la División de Educación Continua y a Distancia; la licenciada Laura Marisela Lutzow Torres, gerente de Sorteos; la contadora pública Margarita Velázquez Rodríguez, representante de la Subdirección General Jurídica, y el licenciado Germán Guerrero Pozas, representante del Órgano Interno de Control de Lotería Nacional; por parte de la Secretaría de Gobernación, el licenciado César Iván Dávila García.

Los funcionarios de la Lotería dieron una cálida bienvenida a la comunidad de la FI y reconocieron la importancia de la formación de ingenieros en beneficio de la sociedad.Después del efusivo mensaje del ingeniero José Manuel Díaz Olivera y de mostrar su orgullo de ser egresado de la UNAM, el doctor Escalante Sandoval tomó la palabra. Ponderó que el desarrollo económico de cualquier país está íntimamente ligado a la ingeniería y, por ello, es esencial que la FI y sus egresados se comprometan con México para dar solución a los grandes problemas nacionales. "El reto para nuestra creatividad es hacer más con menos, es lo que nos consolidará como ingenieros", señaló.

Sus solemnes palabras no hicieron sino incrementar la emoción. Luego, la aparición de los niños gritones de la Lotería Nacional suscitó aplausos y una sensación de maravilla entre la concurrencia, que inmediatamente se aprovechó de las bendiciones de la tecnología para tomar fotos.

El sorteo superior 2508 dio inicio bajo una dinámica perfectamente establecida en la que los niños recitan los números que van saliendo al azar. Primero el número de billete y luego el monto del premio, número de billete, monto del premio; número de billete, monto del premio. Así se suceden hasta que el ritmo se ve interrumpido por el gran alborozo que causa la salida de uno de los montos más grandes, 75 mil pesos o más, luego regresa la calma.

En un tablero cercano, diligentes hombres van colocando esta información. Con ojos ansiosos los presentes buscan su número en la lista. Nadie pierde la esperanza de ser el próximo millonario de México. Hago cuentas, reviso una y otra vez mi billete, vuelvo a mis cálculos, estimo posibilidades, me aseguro de no haber perdido tan valioso trozo de papel, de seguir cada detalle. Sin embargo, los premios pasan y pasan, y el tablero se llena sin que ninguno de los presentes brinque de alegría y sin que mi 7 me haya traído suerte.

Viene la despedida: los niños gritones entonan en coro un elogio a la Facultad de Ingeniería, Facultad de Ingeniería, doscientos veinticinco años formando ingenieros y estrechan las manos de los funcionarios.

Nos invitan a pasar al vestíbulo, al vino de honor. La sala está decorada con un mural del artista Ariosto Otero, que relata la historia de la institución. Ahora, celebrando en un ambiente de compañeros sumamente agradable, me olvido de que minutos antes, al igual que los otros, esperaba cambiar mi suerte.

Debo confesar que después de tanto aferrarme a mi número 7, en el momento de elaborar esta crónica, me doy cuenta sin pesar de que he perdido el billete.