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Vida Académica
2020-11-26
Combatiendo la violencia de género
Orientadores de la FI dieron charla explicativa sobre el Protocolo de Atención a Víctimas.
Por: Marlene Flores García
Fotografía: Eduardo Martinez Cuautle
Comunicafi
Detalle del conservatorio

Las maestras Diana Pérez y Jaquelina López Barrientos; los ingenieros Noé Cruz Marín y Ana Lilia Salas Alvarado, y el licenciado Joshua Martínez, orientadores contra la violencia de género de la Facultad de Ingeniería, se reunieron el pasado 26 de noviembre, de manera virtual, para hablar sobre los procedimientos de atención que la UNAM da a este tipo de casos, en el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres.

Los orientadores iniciaron explicando la distinción entre género y sexo, y la definición de violencia. Las acciones y conductas que de alguna manera dañan a una persona por su género son muy variadas, y van desde formas sutiles, que pueden manifestarse en la publicidad y el humor, hasta sucesos explícitos, como la agresión física o el asesinato. De modo que, elementos culturales justifican la desigualdad a nivel estructural y potencian los hechos directos, que son los más visibles.

En sus diferentes modalidades, la violencia puede ser laboral y docente, institucional, familiar o comunitaria. Esto se traduce en condiciones de trabajo impropias, amenazas, humillaciones, ambiente hostil y discriminación, por mencionar algunas[MEFQ1]. Es importante reconocer que todo esto constituye un maltrato y su ocurrencia de manera cíclica puede disimular la gravedad del asunto, pero de ninguna manera debe ser normalizado.

De lo contrario, el no denunciar se convierte en estándar y el problema persiste. Algunas de las excusas más comunes incluyen razonamientos como "no es para tanto" o "así pasa"; puede que no se sepa dónde dar aviso, que haya dificultades para reunir pruebas o que falte solidaridad oficial. Es precisamente por esta razón que se creó el programa de orientadores: tener personal capacitado para informar correctamente a las víctimas, de manera que puedan llevar a cabo el proceso de denuncia.

El Protocolo atiende a mujeres, niñas, integrantes de la diversidad sexual u otros grupos que sufran violencia por no cumplir con los roles o estereotipos derivados de la construcción cisgénero heterosexual. Su activación se da si el acto ocurrió en instalaciones de la UNAM o fuera de los terrenos universitarios, prácticas de campo o ahora con las clases virtuales, por ejemplo, o cuando hay un miembro de la comunidad universitaria involucrado.

Pueden interponer una queja terceras personas con conocimiento directo de los hechos o quien considere haber sufrido violencia de género; cabe señalar que no hay plazos para hacerlo. Las instancias que dan atención a este proceso son la Defensoría de los Derechos Universitarios, la Oficina Jurídica de cada facultad y la Defensoría Adjunta de Violencia de Género, donde los orientadores fungen como vínculo.

El procedimiento inicia con un primer contacto y las medidas de contención necesarias, después se interpone la denuncia y se define el modo de actuar más adecuado para el caso y su verificación, finalmente se da seguimiento a los acuerdos, sanciones y disposiciones derivadas del proceso formal.

Además del procedimiento formal, hay opciones alternativas. En el primer escenario, se actúa según lo establecido en el Estatuto General, en los contratos de la Asociación Autónoma del Personal Académico o del Sindicato de Trabajadores, o de acuerdo con la Ley Federal de Trabajo, según la comunidad universitaria a la que pertenezca el presunto agresor.

El segundo escenario comprende acuerdos negociados directamente entre los involucrados, con la participación de un facilitador especializado, pero sin la intervención de autoridades externas, por lo que está sujeto a la viabilidad de un diálogo respetuoso y constructivo. Su objetivo es la reparación y restitución, siempre atendiendo las necesidades de los afectados y siguiendo valores y principios de justicia restaurativa.

Escuchar a la persona afectada, validar su vivencia y contener sus emociones, referirla a atención psicológica de ser necesario y, dependiendo de la naturaleza del caso, reubicarla son algunas de las formas de protección.

Los ponentes reiteraron que cualquier persona de la comunidad universitaria, que considere haber sido agredida y quisiera primero platicar con uno de los orientadores, puede hacerlo con la confianza de que sus inquietudes se atenderán y será canalizada con las instancias correspondientes.