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Vida Académica
2023-02-02
Coloquio Modelos de Intervención Áulica
Analizan el dominio afectivo de las matemáticas y la afectación del rendimiento escolar por estatus económico.
Por: Rosalba Ovando Trejo
Fotografía: Eduardo Martínez Cuautle
Comunicafi
El ingeniero Rodolfo Solís Ubaldo y la doctora Miriam Lemus

En el tercer día de actividades del 8° Coloquio Modelos de Intervención Áulica, la doctora Miriam Lemus y el ingeniero Rodolfo Solís Ubaldo, profesores de la División de Ciencias Básicas (DCB) de la Facultad de Ingeniería (FI), ofrecieron las conferencias Matemáticas Emocionales y Nivel Socioeconómico vs. Rendimiento Escolar, respectivamente, realizadas en el Centro de Docencia Gilberto Borja el pasado 2 de febrero.

La ponente abordó varios conceptos de las matemáticas emocionales estudiados desde hace 40 años: el dominio afectivo de los estudiantes y profesores, correspondiente a la cognición (creencias, expectativas y preferencias), la parte afectiva (sentimientos y emociones) y la conductual (actitudes positivas, negativas o neutras ante personas y eventos).

Mencionó que los sentimientos surgidos de las emociones influyen en los resultados de éxito o fracaso académicos del estudiante: "Sufrir ansiedad por su gran cantidad de problemas lo lleva al autosabotaje, a que le vaya mal". También las creencias, razonamientos y experiencias pasadas lo condicionan: "Muchos estudiantes de ingeniería fallan, a pesar de tener conocimientos, ya que por sus miedos, ansiedades y creencias consideran que no son buenos en determinadas materias o que son muy difíciles de aprobar", aseguró.

Asimismo, el conocimiento de sentido común, en el que individuos de un mismo grupo comparten creencias, conocimientos y opiniones limitan el aprendizaje de las matemáticas: "Si un estudiante etiqueta a un profesor diciendo que es muy estricto y difícil de pasar, otros estudiantes estarán predispuestos a reprobar. Las creencias transmitidas de padres a hijos de la dificultad de las matemáticas o las de los profesores que suponen ineptitud de un alumno, incluso para dividir a sus grupos entre buenos y malos, influyen en la capacidad y rendimiento, pues no se realizará el mismo esfuerzo para que todos adquieran el conocimiento y mejoren", expuso la especialista.

Rompiendo paradigmas

La doctora Lemus comentó los resultados de un ejercicio de escritura, con el tema Las matemáticas y yo, que realizó con estudiantes de licenciatura en 2018: "Los testimonios de confianza revelaron que dudan de sus habilidades, que para ser bueno se requiere de mucha práctica y que las matemáticas son para los inteligentes. En la utilidad, pusieron en tela de juicio su pertinencia en sus carreras y en la vida; respecto a la ansiedad, dijeron odiar las ‘mates’ y desearon no volver a lidiar con ellas, y sobre la motivación, dos personas indicaron disfrutar las clases, pero la mayoría las consideró aburridas".

Subrayó que, para cambiar las ideas limitadoras, los profesores deben fomentar entre sus estudiantes pensamientos positivos (capacidad, responsabilidad, sentido de valía y pertenencia) y motivar para que el desempeño se eleve y se alcancen las metas, así como para contrarrestar la ansiedad en el aula: "Promover el buen humor, la flexibilidad y el confort en el aprendizaje; el optimismo ayudará a que la parte intelectual aflore y a que las y los estudiantes planifiquen, tomen decisiones y se hagan receptivos", afirmó.

La ponente propuso desarrollar la autorregulación entre estudiantes ya que les permitirá generar una actitud positiva ante los problemas y grandes expectativas, sobreponiéndose a la ansiedad y al fracaso (‘me fue mal en el examen porque no estudié, la próxima lo haré mejor’). "Nuestra labor es apoyarlos para que se vean como personas capaces de estructurar sus procesos de aprendizaje y alcanzar sus objetivos", concluyó.

Nivel socioeconómico vs. rendimiento escolar

El ingeniero Solís, con una trayectoria académica de más de 30 años en la FI, abordó una de las preocupaciones más frecuentes entre las y los docentes durante y después de la pandemia: conocer el rendimiento del alumnado, el cual, precisó, no fue el esperado al regresar al aula presencial a pesar del esfuerzo casi paternalista del profesorado.

Citó algunas estadísticas de eficiencia terminal (10 a 15 por ciento concluirán la carrera, 10 a 20 carecen de competencias por falta de vocación y de 60 a 70 por ciento les costará dar continuidad): "Estos datos son mero conformismo que se debe cambiar, empezando por el sistema educativo que se ha aletargado, no corresponde a la actualidad, por ello Facultad ha venido perdiendo presencia", aseveró.

Advirtió que para llevar a cabo esa modernización se debe tomar en cuenta que un gran porcentaje de estudiantes de la FI verdaderamente comprometidos con su formación tienen un nivel socioeconómico bajo que puede representar una desventaja, pues difícilmente podrían comprar tecnología, pagar aplicaciones, etc. "Es ahí donde nuestra entidad tendrá la responsabilidad de apoyar como siempre lo ha hecho".

La FI, abundó, tiene que evolucionar hacia una educación más moderna, actualizada y sobre todo eficiente, porque los estudiantes están cada vez más apáticos, incluso, muchos no tienen idea de lo que desarrollarán en sus carreras. "Por ello, los docentes debemos conocer sus inquietudes; es inminente enfrentar esta situación para volver a ser una de las mejores o la mejor facultad de ingeniería del país".

Exhortó a la planta docente a aprovechar la tecnología para las actividades académicas, pero con consciencia, tomando en cuenta que tenemos estudiantes de diferentes niveles socioeconómicos, así como de su condición de estrés o ansiedad. "En un momento dado, se requiere que nuestros pedagogos y pedagogas, y psicólogos educativos también nos apoyen para ser una comunidad de enseñanza-aprendizaje de vanguardia", finalizó.