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Vida Académica
2015-10-07
Hace 100 años...
En recuerdo del profesor emérito Marco Aurelio Torres Herrera, a cien años de su nacimiento.
Por: Aracéli Larrión Gallégos*
Fotografía: Eduardo Martínez Cuautle
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Mtro. Marco Aurelio Torres Herrera

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El 16 de octubre de 1915 en una hacienda de Zamora, Michoacán, nació un niño, el primogénito de Aurelio Torres Ruiz e Isabel Herrera Mendoza, en una época en la cual la gente se transportaba a pie, a caballo, en carreta, en tranvía, en tren o, rara vez, en un automóvil como el Ford T. Ese niño era Marco Aurelio Torres Herrera, quien sería profesor de la Facultad de Ingeniería de la UNAM durante 76 años, en las asignaturas Recursos y necesidades de México y Cultura y comunicación y, posteriormente, profesor emérito de la misma Universidad.

Según una de sus propias anécdotas, una noche su familia se encontraba en una hacienda productora de caña, que al parecer se llamaba Huaracha,cuando tocaron la puerta. Don Aurelio abrió, a pesar de no esperar a nadie y de considerar que no era bueno que alguien tocara tan entrada la noche. Se encontró con un individuo vestido con un traje como de charro, sombrero y pistolas, calzado con botas y espuelas, que le preguntó sobre las personas que vivían ahí, a lo cual, don Aurelio contestó que únicamente su esposa, sus cuñadas y él.

El sujeto se asomó al vestíbulo y se sobresaltó al ver un perchero con unos diez sombreros, pensando que le estaba mintiendo y había más hombres en la casa. "¿Y de quien son todos esos sombreros?", preguntó. "Son míos, señor", contestó don Aurelio y, acercándose al perchero procedió a probárselos uno por uno para demostrarle que lo que decía era cierto. Mientras tanto, en la habitación de arriba, se escuchaba el llanto de un bebé. "¿Qué le pasa a ese niño, que llora tanto?", cuestionó el forastero, nervioso. "Es que está enfermo, señor", respondió don Aurelio. "Por favor, tome lo que necesite", prosiguió, señalando las bodegas.

Al salir de la casa, el hombre se reunió con un mediano ejército que lo acompañaba, el cual andaba en busca de víveres y dinero. Se trataba del General José Inés Chávez García, un célebre bandolero michoacano que inició su carrera como soldado de leva en el Porfiriato y que posteriormente participó en la Revolución Mexicana, cuyo ejército era temido en varias regiones de Michoacán, Jalisco y Guanajuato por las matanzas y total falta de misericordia que mostraba por igual hacia hombres, mujeres y niños. Nunca se supo porqué esa madrugada se marchó sin hacerle daño a nadie. En cuanto al niño que lloraba arriba, era Marco Aurelio Torres, porque le picaban las bolsas de monedas que habían escondido entre sus cobijas.

Otra memorable anécdota del ingeniero Torres Herrera versa sobre el viaje de su padre a la Ciudad de México con motivo de la presentación del tenor italiano Enrico Caruso. Era un evento extraordinario que un personaje como él, considerado uno de los más grandes tenores de la humanidad, visitara un México que en 1919 tenía fama de inseguro, inestable y violento, así que su padre se embarcó en la odisea de viajar en tren hasta la capital. El Palacio de Bellas Artes aún no se terminaba de construir, de tal modo que Caruso no pudo cantar ahí aunque si lo visitó y cantó a capela. Prometió volver y presentarse en el Palacio, lo cual no fue posible debido a que la muerte por la complicación de una pleuresía lo aguardaría dos años después. Sus presentaciones se concretaron en el Teatro Iris y en la desaparecida plaza El Toreo, en la colonia La Condesa, donde hoy se encuentra la tienda departamental El Palacio de Hierro.

Enseñar fue una verdadera vocación para el ingeniero Marco Aurelio, quien, aún como estudiante de Ingeniería Civil, se inició como ayudante de profesor. Asimismo, fundó la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Facultad de Ingeniería el 31 de julio de 1967 y la organización deportivo-educativa Pumitas el 15 de julio de 1976. Impartió sus clases casi hasta el final de su vida y nunca perdió la curiosidad y el interés por todo lo que sucedía a su alrededor. No estaba enfermo, sólo muy cansado, así que el lunes 27 de enero de 2014, a la edad de 98 años, se retiró tranquilamente a descansar de este mundo.

*Profesora de Cultura y Comunicación